La noche en que Rivera no durmió
Publicado el 13/06/2025 a las 18:00 por Agustin Araujo

Yo no lo viví, nací ocho años después. Fui juntando como podía, como si armara un rompecabezas, con relatos que me contaron y con la poca información que hay sobre lo que se vivió. Cada vez que escucho sobre las hazañas del Rojo se me eriza la piel, como si hubiera estado allí. Más de una noche, compartiendo una cerveza con algún amigo, atiné a contarle algún relato de las tantas hazañas del glorioso Frontera y más de uno quedó sorprendido, escuchando historias que hasta ese momento les eran desconocidas. Historias que, aunque ajenas, se sentían propias al escucharlas. Nadie sabe bien de dónde viene esa chispa que enciende el alma, que rodea a Frontera y que le llega tanto a la gente.
25 años sin jugar, sigue llenando y tiñendo tribunas de rojo y amarillo. Sin dudas, va más allá del fútbol: esa mística se presenta de distintas formas, como en el carnaval del barrio, que antes se encendía junto a las victorias del Rojo, y que hoy la barriada porta con orgullo el estandarte de la Nación Guerrera de Cuaró. Estos colores cargan consigo un legado de valientes hazañas, de tropiezos y de luchas.
Existen incontables historias increíbles en torno a Frontera, y he notado que muchas de ellas gran parte de los jóvenes no las conocen. En 1998, Frontera, al tranco, supo enfrentar desafíos. Por ejemplo, cuando ya estaban clasificados para la Liguilla: Progreso, Deportivo Maldonado y Central Español, restaba un lugar y había varios pretendientes. El que menos chances tenía era el Rojo: se tenían que dar cuatro resultados y, además el rojo de Rivera debía ganarle a Colón en Montevideo. Cuando nadie lo esperaba, el último de la fila rompía los pronósticos y así Frontera clasificaba a la liguilla. El fútbol Uruguayo en esos años estaba muy centralizado, con solo un par de clubes del interior jugando en Primera, pero el 8 de noviembre de 1998, Frontera, dirigido por Carlos Wallace y grandes jugadores como titanes, empatan en un apretado 3 a 3 con Deportivo Maldonado, Fue entonces que el interior, tantas veces olvidado, rompió la muralla del centralismo y gritó presente. Frontera se convirtió así en el primer cuadro del interior del país en ascender a Primera División del fútbol uruguayo por méritos deportivos, con un océano de riverenses que, pintados de rojo y amarillo, acompañaron a sus guerreros en el Parque Viera.
La emoción se apoderó de todos: era un clima de locura y festejos, en el Viera y en la ciudad, por ese heroico acontecimiento. Cuentan que ese día la campana de la iglesia de Cuaró no paraba de sonar, que la Cuaró se había llenado de gente como nunca antes se había visto. Después de un largo viaje desde la capital hacia Rivera por la ruta 5, cruzando el puente de Manuel Díaz, se comenzaba a ver una bandera roja que se alzaba como faro alumbrando los corazones de las miles de personas que esperaban a sus héroes. Comenta El Deportivo que la caravana de ese día solo se comparaba con las viejas caravanas políticas de antaño. Miles y miles de autos y riverenses esperaban allí, con banderas rojas, pero también con banderas de todos los clubes de la ciudad, desplegadas en los autos y en los balcones. Cuentan que vecinos, emocionados por la hazaña, salían con lo que podían a esperar. Salían con sábanas rojas, y hasta leí por ahí la graciosa anécdota de que una vecina, al ver que no tenía nada, sacudía un pantalón rojo cuando pasaba la multitudinaria caravana. Esa noche en Rivera fue una noche de festejos en toda la ciudad.
Frontera logró lo máximo a nivel futbolístico en el interior y dejó una huella imborrable en la historia del fútbol uruguayo. Como toda historia, tiene sus luces y sus sombras. Pero ese 8 de noviembre de 1998 volvieron a repiquetear los tambores de la Cuaró, con esa combinación de candombe y samba que hacen de nuestra identidad algo distinto. La heroica hazaña de Rivera fue titulada por un diario de la capital como “El día en que lo imposible fue posible”, y por otro como; “La noche en que Rivera no durmió”.