¿Cuánto pesa la tela?
Publicado el 08/08/2025 a las 20:00 por Rocío Rodrigues

Tal vez algunos crean que no soy yo la indicada para escribir sobre esto. Lo más probable es que no lo sea. Hay muchas personas que tallaron su historia en este lugar y que son más representativas de lo que soy yo. Al fin y al cabo, este lugar me arropa desde hace solo tres años, y mi historia tallada en él es, probablemente, de las más cortas.
Pero acá está mi relato —escrito, no tallado— de cómo me siento constantemente interpelada por esta responsabilidad que cargamos quienes llevamos la pañoleta.
Siempre que hablo del movimiento digo que entré por casualidad, pero, como cristiana, no creo en las casualidades y sí creo en los propósitos. Y decir a los que me escuchan que fue una casualidad es más sencillo que explicar por qué Dios encontró estos medios para enseñarme sobre el servicio verdadero.
Este lugar, que yo le digo "choza", cumple con todos los requisitos para ser llamado hogar. Al fin y al cabo, el hogar siempre son personas, y en este movimiento las personas se convierten en familia, los campos en nuestras casas, los fogones en una promesa de volver a encontrarnos y los nudos de la amistad en un recordatorio de que siempre podemos volver.
Suelo decir que voy a ser eternamente pionera, pero cuando menos lo esperaba me llegó la oportunidad de ser jefa/educadora y ahí fue cuando conocí un amor distinto. Siendo pionera, entendí la hermandad, entendí el "compinchaje" constante y un sentimiento de unidad que se alcanza a través de los placeres más simples de la vida, y solo estando juntos.
Pero como jefa no solo amé profundamente a mis niños y a mi equipo, sino que me di cuenta de cuánto pesa la pañoleta.
Aun acá desde la capital, viendo de lejos a mi choza, viendo que ahora otros se encargan de decorarla, que mis niños ya no son tan mis niños y que mis sábados ya no pertenecen ahí, me doy cuenta de que, esté donde esté, vaya a donde vaya, el movimiento scout siempre va a tener una parte de mí. Porque mi promesa aún me interpela estando lejos, donde mis niños no me ven y yo ya no tengo que ser su ejemplo, donde muchas veces hay que estar solo. Aun así, el servicio sigue siendo ley, sigue siendo mi ley.
Sabiendo siempre lo mucho que me pesa la pañoleta en el cuello por momentos y lo fuerte que me abraza en otros.
Porque, aunque mi historia sea corta, poco representativa y, para aquellos que no conocen de esta pasión, incoherente, es una gran representación de cómo el movimiento scout te cambia y te da la oportunidad de quedarte para siempre en el corazón con abrazos, sonrisas y lágrimas de muchos niños que encontraron acá también un hogar, como lo hice yo.
Nunca va a ser solo un pedazo de tela. Nunca va a ser solo ir a acampar o aprender nudos. Porque solo los que cargamos con la pañoleta sabemos del enorme privilegio que es entregar nuestra vida al servicio de los demás.
5st9 v7 d5d437d9 7 t4 h5207n9 s931t, q15 69 v4vís 3909 y9. S6PS
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