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El Precio de la Porcelana

Publicado el 01/12/2025 a las 22:06 · por Maze · 2 min de lectura

Un disparo inesperado, un asesino torpe y una taza que valía demasiado.

Lunes.

Era tarde en la noche, y yo estaba estacionado detrás del escritorio, peleándome con una taza de café tibio.

La silla apuntaba directo al pasillo, justo frente a la puerta. No era muy largo, tampoco muy corto. Lo suficiente para colgar un par de cuadros, una mesita para las llaves, y una estúpida alfombra.

Conveniente, supongo. Por el vidrio, podía ver a la gente antes de que golpeara.

Lo malo era que… ellos también podían verme a mí.

Y eso quería decir que, en algún retorcido sentido moral, estaba obligado a abrirles la maldita puerta.

¿Quién soy? Ni idea. Pero el nombre era Allwood. John Allwood. 

Creo que me hago esa pregunta más seguido de lo que quisiera.

De hecho, la estaba haciendo justo en ese momento. 

Hasta que una bala atravesó mi ventana a alta velocidad y convirtió mi taza coleccionable en arte moderno.

No estaba seguro si el vapor que llenaba la habitación venía del café… o de mi propio jodido ceño.

Mi mami siempre decía que parecía una caldera cuando me enojaba. Supongo que tenía un punto.

En fin — alguien acababa de dispararme. Y no pensaba ser amable al respecto.

Salté por encima del escritorio y me cubrí detrás de los cajones. Intentaba no terminar como un colador a manos del maldito tirador.

Pero tenía un as bajo la manga… o mejor dicho, un Smith bajo la funda.

El tipo volvió a disparar. Rompió mi estante-biblioteca. El hijo de perra era pésimo como asesino a sueldo… pero, ¡Dios mío!, me estaba sacando de quicio.

Saqué la pieza tan rápido como pude y le devolví la cortesía. El proyectil terminó por hacer añicos mi ventana en su camino de regreso al remitente.

Oí un grito en el edificio de enfrente y, con la sospecha de haberlo alcanzado, salí corriendo del apartamento y bajé las escaleras.

Creo que vi a Sergio en la recepción, el síndico de mi edificio. Curiosamente estaba hablando con una rubia despampanante, pero no había tiempo para admirar las vistas.

Necesitaba respuestas.

Y dinero para comprar otra taza.

Cuando llegué al apartamento en donde suponía que estaba, lo encontré muerto en la bañera. Aunque lo había alcanzado, el muy profesional se había tomado una pastilla de cianuro solo para evitar contarme su plan.

Estaba molesto y agotado; ese bastardo me había hecho bajar y subir seis pisos solo para encontrarlo envenenado y con los pantalones empapados en una bañera que ni siquiera era suya.

Pero había algo más importante en juego.

Mi maldita taza.

Así que revisé sus bolsillos, por si tenía algo de dinero. Qué puedo decir: esa mierda era costosa.

Aún más en el mercado de reventa.


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Sobre Maze

Martín Martínez (AKA: Maze). A veces escribo cosas, a veces dibujo otras. 🇺🇾🇧🇷

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