El privilegio de pensar
Publicado el 11/07/2025 a las 18:00 por Carina Ernst

Cuestionar, preguntar, indagar, replantear, interrogar, contradecir, reflexionar, escudriñar, razonar... Talentos, habilidades y dones propios del humano, y únicamente de él. Talentos que se pierden en el fondo de algunas almas, se diluyen en el tiempo y se adormecen en la rutina. Talentos que pocos lucen dignamente y, cuando lo hacen, son tildados como genios... o tontos.
Pensar es el don que te vuelve libre, el poder que puede guiar tu vida o destruirla. Ese poder es tal que los pensadores y buscadores de la verdad se vuelven una amenaza para la comodidad del status quo. Un solo pensamiento, un solo destello de lucidez en el momento indicado, ese microsegundo donde la conexión consciente con tu mente puede abrumarte, es todo lo que necesitas para darte cuenta de que la responsabilidad de ser quién eres recae en ti, y tu vida depende, entera y únicamente, de ti.
El privilegio de pensar con criterio propio es peligroso para quienes no les interesa que hagas algo más que trabajar para ellos, pero peor y más catastrófico sería si te atrevieras a compartir ese criterio... Ese peligroso pensamiento revolucionario, esa filosa arma que tu mente alimentada de conocimiento afina cada día. Es riesgoso que pienses por ti mismo, que formules un criterio, una idea para conseguir tu objetivo; pero es peor que arrastres a otros en esa contienda, y más devastador sería si tuvieras éxito en tu campaña.
Afortunadamente nadie puede adentrar tu mente, pero este dato suele ser olvidado por la mayoría de los humanos, quienes actúan como si fuera un lugar de público acceso, sin cuidar los ingresos. ¿Cuándo el jardín mental se convirtió en una plaza pública?
El persuasivo desligue colectivo sobre la responsabilidad del propio ser; la nueva moda de evasión del deber; el entorno confuso en el que se desarrollan las mentes creativas donde el constante estímulo y cambio desestabiliza el enfoque puntual. Todo es novedoso, todo es atractivo, todo genera una dopamina inmediata y el deber de disciplinar tus pensamientos y acciones se vuelve insostenible, difícil, “innecesario”; pero si sigues así: ¿Dónde te encontrarán los sueños que desplazaste y postergaste por 5 minutos más de satisfacción instantánea?
No adormezcas este poderoso privilegio, no lo ignores ni denigres voluntariamente. Porque, aunque es más fácil ser observador de la revolución y resulta sencillo objetar desde la ignorancia mientras se favorece la muerte de un sistema o se juzga su continuidad, el precio de quedarse dormido en la profundidad de la calidez rutinaria es el sabor más amargo que recordarás. El sabor del arrepentimiento que, tarde o temprano, llegará a ti, y no es fácil de digerir ni tolerar.