Eu vejo eles
Publicado el 14/07/2025 a las 17:00 por Patric Martins

Eu vejo eles
Visto de fora, a academia pode parecer apenas um lugar de passagem, máquinas alinhadas, espelhos repetidos, rotinas marcadas por contagens exatas.
Mas, para quem está aqui dentro; dia após dia, corpo após corpo; ela se torna algo mais complexo. Mais íntimo. Quase sagrado.
Existe uma coreografia invisível que se repete sem que ninguém ensaie.
Pessoas que chegam carregadas de mundo, de urgência, de silêncios e que, sem saber, vão deixando tudo isso em cada gota de suor, em cada gesto que busca mais do que uma forma física.
Eu vejo eles.
Os que chegam cansados do trabalho.
Os que se agarram ao exercício como se fosse a última tentativa de voltar para si.
Os que querem se transformar sem saber por onde começar.
Os que evitam o espelho.
E os que encaram, mas ainda não se reconhecem por completo.
Eu vejo eles, quando olham o espelho com dúvida.
Quando abaixam os braços antes da hora.
Quando tentam de novo no dia seguinte.
Quando comemoram em silêncio porque ninguém mais entendeu o quanto custou aquela repetição.
Eu vejo eles. E, às vezes, me vejo neles.
Acompanhar deste lado é muito mais do que corrigir postura ou montar um treino.
É ler sem perguntar.
Entender o tempo do outro.
Saber quando falar e quando só sustentar o momento.
Porque aqui não é só o corpo que se fortalece.
Aqui, histórias se tensionam e se soltam.
Treina-se a constância.
Enfrenta-se o medo.
Celebra-se a menor das vitórias como se fosse um feito épico.
Porque é.
A academia não grita.
Mas carrega gritos antigos em cada barra erguida.
Não abraça.
Mas tem dias em que parece o único lugar onde se pode cair sem se quebrar.
Não sei se todo mundo enxerga assim.
Talvez não.
Talvez, para muitos, ainda seja só um espaço de treino.
Mas pra mim, que habito esse lugar com o corpo e com o olhar,
é um espaço onde o corpo se cala… e tudo o resto começa a falar.
Um lugar onde as pessoas se encontram, se buscam, se refazem.
E por isso, todos os dias, enquanto transpiro com eles, enquanto guio, corrijo ou apenas espero…
eu vejo eles.
E sigo aprendendo a olhar diferente.
Yo los veo
Desde afuera, el gimnasio puede parecer apenas un lugar de tránsito, máquinas alineadas, espejos repetidos, rutinas marcadas por conteos exactos.
Pero para quienes estamos adentro; día tras día, cuerpo tras cuerpo; se vuelve algo más complejo. Más íntimo. Casi sagrado.
Hay una coreografía invisible que se repite sin que nadie la ensaye.
Personas que llegan cargadas de mundo, de urgencias, de silencios, y que, sin saberlo, van dejando eso en cada trazo de sudor, en cada gesto que busca algo más que una forma física.
Yo los veo.
Los que llegan cansados del trabajo, los que se aferran al ejercicio como a un último intento de volver a sí mismos.
Los que buscan transformarse sin saber por dónde empezar.
Los que no se miran al espejo.
Los que sí, pero aún no se reconocen del todo.
Yo los veo, cuando se miran al espejo con duda.
Cuando bajan los brazos antes de tiempo.
Cuando vuelven a intentarlo al día siguiente.
Cuando festejan en silencio porque nadie más entendió lo que costó esa repetición.
Yo los veo. Y a veces, me veo en ellos.
Acompañar desde este lado implica mucho más que corregir una postura o diseñar un plan.
Implica leer sin preguntar.
Entender los tiempos del otro.
Saber cuándo hablar y cuándo simplemente sostener el momento.
Porque acá no solo se fortalece el cuerpo.
Acá se tensan y se aflojan historias.
Se entrena la constancia, se desafía el miedo, se celebra la mínima victoria como si fuera una hazaña épica.
Porque lo es.
El gimnasio no grita.
Pero guarda gritos antiguos en cada barra levantada.
No abraza.
Pero hay días en los que se siente como el único lugar donde uno puede caer sin romperse.
No sé si todos lo ven así.
Tal vez no.
Tal vez para muchos sigue siendo solo un espacio de entrenamiento.
Pero para mí, que lo habito desde la piel y desde la mirada,
es un lugar donde el cuerpo se calla… y todo lo demás empieza a hablar.
Un lugar donde la gente se encuentra, se busca, se reconstruye.
Y por eso, todos los días, mientras transpiro con ellos, mientras guío, corrijo o espero…
yo los veo.
Y sigo aprendiendo a mirar distinto.