El mundo arde, y no solo en Gaza
Publicado el 25/06/2025 a las 15:00 por Sofia Inthamoussu

Hoy el mundo observa, con horror o indiferencia, una guerra que no empezó este mes ni este año.
El conflicto entre Israel y Palestina lleva más de 75 años y hunde sus raíces en la lógica colonial del siglo XX: repartos territoriales, promesas cruzadas, silencios cómplices y potencias definiendo el destino de pueblos que nunca escucharon.
La historia repite un patrón que ya conocemos: el poder concentrado, la vida humana devaluada, y la violencia como mecanismo de control.
Y desde lejos, muchos miramos con una falsa distancia, como si no estuviéramos implicados.
Como si nuestras vidas no estuvieran atravesadas por esa misma lógica.
Porque lo macro es lo micro.
Las guerras también son sostenidas por un sistema económico global que normaliza la desigualdad, que protege a unos pocos y sacrifica a los de siempre.
Mientras las decisiones se toman desde oficinas lujosas, en capitales lejanas, la muerte recae sobre la gente común.
Si no es por bombas, es por hambre, frío, enfermedad, o el peso invisible de la desesperanza.
A veces da la sensación de estar viviendo dentro de una distopía.
Como en Los Juegos del Hambre, donde el espectáculo del sufrimiento alimenta a los poderosos y la vida de los demás se vuelve una mercancía o un número.
Lo que sucede hoy en Gaza —y en tantas otras regiones olvidadas del mapa— nos recuerda que este no es un mundo en paz.
Es un mundo profundamente herido, sostenido por estructuras que reproducen el dolor.
Y aunque quizás no podamos frenar una guerra desde acá, sí podemos dejar de mirar para otro lado.
Porque la guerra no es entre pueblos.
Es entre civiles, mientras los poderosos duermen la siesta en paz.
Dejemos de culpar a las víctimas.
Dejemos de pedir explicaciones a quienes solo están sobreviviendo.
Y empecemos, de una vez, a señalar a los verdaderos responsables.
Porque si el fuego quema abajo,
también debería arder arriba.
“If we burn, you burn with us.”