De Rivera a Norte de Santander: Raíces que Resisten
Publicado el 07/09/2025 a las 20:00 por Alejandro Elgarte

Crecí en Rivera, en ese interior muchas veces olvidado de Uruguay, donde las carencias conviven con la fortaleza de la gente que se levanta todos los días a trabajar por lo suyo. Quizás por eso, cuando emprendí este viaje académico a Norte de Santander, Colombia, sentí que no llegaba a un lugar ajeno, sino a un espejo distante que reflejaba, con sus propias particularidades, la realidad de tantas comunidades relegadas de la mirada centralista.
Mi investigación buscaba entender cómo la logística y las cadenas de valor pueden aportar a la reconstrucción social y a la reactivación económica en territorios afectados por el conflicto armado. Pero lo que encontré fue mucho más que teoría: fueron voces, paisajes y resistencias que dieron rostro a los conceptos.
Recuerdo con nitidez las charlas que mantuve con productores lecheros en la zona rural de Pamplona. Entre sus relatos aparecía siempre el mismo camino cuesta arriba: las barreras para vender su leche en condiciones justas, los costos que ahogan y la dependencia de intermediarios que se quedan con gran parte del esfuerzo. Cada litro producido parecía convertirse en un desafío constante. Sin embargo, en sus voces reconocí la misma terquedad que conozco en los productores de Rivera: la de quienes, pese a todo, no se rinden porque su vida está atada a la tierra.
Las asociaciones y cooperativas me mostraron la otra cara de la esperanza. Mujeres que, con doble carga de trabajo, empujan proyectos productivos; jóvenes que buscan quedarse en su región y no migrar; víctimas del conflicto que reconstruyen confianza mientras siembran futuro. Allí entendí que una cadena de valor no es solo economía: es tejido humano, es comunidad que se rearma pedazo a pedazo.
La logística, que tantas veces había estudiado desde lo técnico, adquirió un nuevo sentido. Ya no era solo transporte o almacenamiento, sino un puente. El mismo puente que falta en Rivera y en tantas ciudades del interior: ese que conecta a los productores con mercados dignos, a las comunidades con oportunidades y a los territorios con la posibilidad de no quedar rezagados.
Volví con datos y conclusiones, pero sobre todo con la certeza de que investigar es también comprometerse. Así como mi Rivera natal necesita ser escuchada más allá de Montevideo, Norte de Santander necesita ser visto más allá de Bogotá. El interior olvidado, aquí y allá, comparte la misma lección: que la reconstrucción social se hace desde abajo, desde la confianza y la cooperación de quienes no se resignan a desaparecer del mapa.
En esas historias encontré un reflejo de mi propia tierra y un recordatorio personal: la academia tiene sentido cuando no se queda en los libros, sino que acompaña, da voz y aprende de la gente que resiste. Y es en esa resistencia donde se encuentra, siempre, la verdadera esperanza.