Pero quienes venimos del interior sabemos que esa narrativa ya no describe la realidad. Hoy, desde Rivera, desde Tacuarembó, desde Artigas, desde cualquier comunidad del país, se puede aportar a discusiones regionales, impulsar proyectos que cruzan fronteras y conectar con líderes, instituciones y agendas que antes parecían lejanas.
Lo comprobé estos últimos años, trabajando en iniciativas de gestión pública, formación de jóvenes y articulación regional. Sin importar el lugar donde nací o donde vivo, pude contribuir en espacios internacionales, trabajar con gobiernos locales de distintos países y ver cómo una idea que surge en una comunidad fronteriza puede resonar en otras realidades latinoamericanas.
Y entendí algo fundamental:
El interior no es una periferia; es un origen. Y desde ese origen también se puede liderar.
Una nueva generación con otro mapa mental
La generación joven que hoy se forma en carreras STEAM, ciencias sociales o gestión pública no piensa la región en términos de “centro” y “margen”. Piensa en redes, en colaboración, en soluciones compartidas. Se mueve con naturalidad entre la frontera, el territorio, la digitalidad y la idea de impacto.
Esa mezcla es poderosa: quienes crecimos lejos de los grandes centros entendemos mejor las distancias, las desigualdades y la falta de oportunidades, pero también valoramos la comunidad, la creatividad territorial y la capacidad de resolver problemas con pocos recursos. Y cuando sumamos formación técnica, experiencia en proyectos y una visión regional, surge un tipo de liderazgo muy distinto al tradicional. Un liderazgo que no necesita estar en la capital para ser relevante, y que se mide por impacto, no por ubicación.
El interior como puente, no como borde
Cuando viajé a trabajar con comunidades en otros países, vi que las preguntas que se hacen en Rivera también se las hacen jóvenes de Paraguay, Colombia o Perú:
¿Cómo generamos oportunidades donde casi no llegan?
¿Cómo innovamos cuando los recursos son escasos?
¿Cómo hacemos política pública que tenga rostro humano?
Las respuestas que nacen en el interior uruguayo no son locales: son universales.
Por eso pueden viajar.
Por eso pueden influir.
El interior no está aislado: está conectado con problemas globales, y por lo tanto también con las soluciones.
Liderar desde donde estamos
Cuando digo que se puede influir desde el interior, no hablo de romanticismo; hablo de hechos concretos: jóvenes del norte del país participando en agendas internacionales, ideas nacidas en ciudades fronterizas que hoy se discuten a nivel regional, proyectos locales que se transforman en modelos replicables en otros territorios y profesionales que nunca se mudaron a Montevideo y aun así trabajan con equipos de distintos países.
La pregunta ya no es: “¿Se puede influir desde el interior?”
La pregunta es: “¿Por qué seguimos pensando que no?”
Una invitación
Si algo aprendí es que liderar no es tener un cargo: es animarse a aportar, a crear, a construir, a conectar.
Y eso se puede hacer desde cualquier lugar, siempre que exista propósito.
La nueva generación latinoamericana tiene algo que no existía antes:
la posibilidad real de transformar lo público desde sus raíces, sin renunciar al territorio que los formó.
Mi convicción es simple y firme:
Uruguay puede influir en América Latina.
Y el interior del Uruguay también.
Y es hora de que lo digamos con la misma seguridad con la que lo demostramos.
