Artículo de la comunidad

ROGUE S.T.A.R

Publicado el 11/12/2025 a las 18:01 · por Maze · 5 min de lectura

arte-cultura
Imagen del artículo ROGUE S.T.A.R

Dick Rogue solía cazar a los problemas. Ahora, el problema es él.

Parte Uno: Fin de la Línea

Había subido treinta y cinco pisos; mis piernas estaban a punto de rendirse. Me perseguían mis propios compañeros de profesión: seis ejecutores de la unidad S.T.A.R. – State Tactical Assault & Recon, de Hiperciudad. Los perros de ataque que llamabas cuando la policía no podía resolver los problemas… y eso pasaba todo el tiempo.

Ahora el problema era yo y el maldito drive que llevaba encima.

La insignia había perdido todo significado. Estaba demasiado manchada para seguir cargándola. Me pregunto qué habría pensado Robbie… si me hubiera visto así.

La arrojé al vacío y al hacerlo vi esa cara oculta en el armario, y luego el maldito gesto de Donovan al mirarme, y…

Mi respiración era inconsistente, como inhalar vidrio que cortaba todo mi organismo en su camino a los pulmones.

Mis pies se plantaron sobre la cornisa. El aire me rozaba incómodo. Seis fusiles se alineaban frente a mí, ocultos tras esos estúpidos cascos hipertecnológicos con cristal en forma de estrella.

Me hablaron con esa voz tranquila que usamos para negociar antes de vaciar el cargador. En mi cabeza, eran murmullos: <<Final de la línea…>>.

No era una metáfora. Era una sentencia.

Mi nombre es Dick Rogue. Ahora mismo, con un neón parpadeando sobre mi cabeza y el zumbido de los autos voladores rebotando en mis oídos, quisiera decir que no entiendo cómo llegué acá.

Pero la verdad es que lo sé jodidamente bien.

***

Parte Dos: Último Turno 

Veinticuatro horas antes. Distrito de Los Bajos.

Nuestro escuadrón fue enviado al viejo motel en la costa. Nuestro líder: el Capitán Willem Pelphrey Forsythe. El resto: Donovan, Begay, Lissette, Patterson, Madonna y yo.

Estaba demasiado ocupado pensando para prestar atención a las instrucciones: algo sobre drogas, cocina, almacén, distribución… para Forsythe, el premio gordo.

Pero había algo raro en su forma de hablar. La manera en que repetía “frijoleros” cuando hablaba de la gente que podríamos encontrar dentro.

Debí haberme dado cuenta. Qué imbécil.

Esa mañana me desperté melancólico. Pensando en alguien que había perdido antes de ponerme el uniforme.

Cuando volví en mí, ya estábamos frente a la puerta. Forsythe dio la orden, y todo se volvió un blur de adrenalina.

Donovan gritó “¡Brecha!” y pateó la puerta. 

El olor a miedo y la madera astillándose me golpearon al mismo tiempo que entrábamos. Dos minutos después, todos estaban atados y de rodillas… y yo todavía no podía creer que todo esto iba en serio.

Donovan, Begay y yo nos quedamos adentro con Forsythe. Los demás cubrían el edificio por si alguien llegaba tarde a la fiesta.

Forsythe se acercó al más rudo.

—Entonces, frijolero… ¿dónde carajo están mis drogas? Y más importante… ¿mi dinero? —dijo, zarandeándolo.

No escuché la respuesta; la mano del tipo apuntando hacia la alacena decía todo.

Mientras lo hacía, me pregunté otra vez… ¿Cómo carajo terminé aquí?

Y volví a pensar en lo que había perdido.

Begay se acercó al lugar indicado. Seis kilos de fentanilo puro y suficiente dinero para pagar por seis más… pero había algo extra.

Los bastardos tenían un drive que conectaba a Forsythe directamente con el tráfico de drogas. No le gustó. A nadie le habría gustado.

Su plan: borrarlo en el convoy, aunque no todo, quizás algo podría servirle para negociar.

Begay y Donovan siguieron sus órdenes. Limpiaron toda la habitación. El piso quedó teñido de bordó.

Entonces escuchamos un llanto apagado. Venía del dormitorio.

Ni siquiera hizo falta que Forsythe dijera nada. Una mirada bastó. Entendí que quería que echara un vistazo.

Me acerqué y lo vi, oculto en el armario. Un niño. Donovan hizo una pistola con sus dedos. Me tembló todo el cuerpo.

Cerré los ojos y corrí hacia Forsythe, cruzando el pasillo a toda velocidad. Lo embestí con la fuerza suficiente para dejarlo clavado al suelo de por vida.

Tomé el drive… y salté por el balcón. Creo que oí al niño escapar por el otro lado. Eso elijo creer.

Oí los disparos… tuve suerte de que ninguno me tocara. Y estoy otra vez sobre la cornisa.

***

Parte Tres: Standoff 

Repaso mis opciones otra vez, tratando de no olvidar nada.

Opción uno: ser ejecutado a tiros.

Opción dos: saltar del edificio.

La segunda tiene dos posibles finales: romperme todos y cada uno de mis huesos contra el asfalto… o sobrevivir milagrosamente y usar el drive.

Seis fusiles apuntándome. Seis dedos tensos sobre el gatillo.

Son tan buenos como yo. Pero son más.

Distancia a las armas: tres metros. Altura: treinta y cinco pisos. Probabilidades: inexistentes.

Entonces escucho la voz del Capitán a través del comunicador del pelotón. Fría.

—Rogue… entrégate. Todavía puedes arreglar esto. Si ese drive sale… toda la ciudad estará arruinada.

Todavía. Como si alguna vez hubiera habido algo que arreglar.

—¿Por quién me tomas, Forsythe? Me vas a balear como a todos. —Mis pies se acercan un poco más al vacío.

—Pero puedes tomar la decisión correcta, hijo. 

Por primera vez estoy seguro: estoy tomando la decisión correcta.

Salto. Esperando un milagro.

Pero no soy ningún pusilánime de mierda. Primero hice lo que hago mejor: disparé.

Sentí el retroceso. Vi una chispa en uno de los cascos. Oí un grito. Creo que golpeé a Donovan.

Entonces escuché otro sonido. Volví a pensar en lo que había perdido. La única razón por la cual terminé aquí.

Quizás, del otro lado… pueda ver a mi hermano, Robbie, otra vez.


Foto de Maze

Sobre Maze

Martín Martínez (AKA: Maze). A veces escribo cosas, a veces dibujo otras. 🇺🇾🇧🇷

Comentarios

Dejá tu comentario

Necesitás iniciar sesión para comentar.

Iniciar sesión

Te puede interesar