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El día que volví a nacer

Publicado el 02/06/2025 a las 19:00 por Sebastian Vieira

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Imaginate despertarte en un lugar desconocido, sin recordar por qué estás ahí ni cómo llegaste. Con la memoria borrada, sin saber tu edad ni dónde vivís. No recordaba cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había tenido conciencia.

Esto es exactamente lo que me pasó en febrero de 2022. Como si se tratase de una trama de película. Lo primero que noté fue que estaba en una sala de hospital, postrado en una cama, prácticamente sin poder moverme, con barba y muy delgado. Lo primero que atiné a hacer fue revisar si tenía todas mis extremidades, porque lo que me vino a la mente fue que había tenido un accidente de auto y que, debido a la contusión, no recordaba nada. Ya una vez confirmado que por lo menos físicamente estaba completo y que parecía estar todo bien, miré hacia mi izquierda y observé una sonrisa conocida: era mi padre, que estaba junto a mí, sentado en una silla azul.

Inmediatamente le pregunté qué me pasó, y él, con los ojos vidriosos, me contestó: “Tranquilo, los médicos están haciendo estudios, de seguro no es nada grave, por las dudas te durmieron, mientras te hacían estudios”. Lo que yo no sabía en ese momento es que habíamos tenido esa conversación unas 20 veces, sin exagerar. Me lo explicó simple, como si fuera un niño, minimizando la situación. Por supuesto, su respuesta me dejó con más dudas que certezas.

El lugar donde me encontraba era el Hospital Pasteur, ubicado en Montevideo. Hace unos años me había mudado a Rivera, y como tradición, cada cierto tiempo iba a Canelones a visitar a mi madre y a mis hermanitos. Era el verano del 2022, cuando el 23 de febrero de ese año tomé un ómnibus para poder verlos y estudiar para un examen que me quedaba del liceo y así poder inscribirme en la facultad. El día que mi padre me llevó hasta la terminal, notó algo raro, como si no estuviera ahí; mis ojos no eran los mismos de siempre y, según su relato, hacía varias semanas que estaba diferente. Lo que él en ese momento no sabía era que, dentro de mi cabeza, una enfermedad avanzaba silenciosamente, afectando mi cerebro.

Cuando llegué al barrio donde me crié, fui directo a la casa de mi familia. Mi madre me invitó con un café y, en ese momento, me notó raro, afiebrado y sin mucho apetito, algo raro en mí. Me preguntó: “¿No tendrás COVID vos, no?”, y yo le contesté: “No, má, me siento mal nomás, desde hace un par de días”. Pasó el rato y ella se tuvo que ir a hacer unos mandados. Debido a eso, me fui a la casa de mi mejor amigo, que vivía cerca de ahí. Según lo que me cuentan, ayudé en su mudanza ese mismo día. En un momento de la tarde me ofrecí a lavar los platos que estaban en la cocina. Cuando terminé, le dije a mi amigo que iba a ir a su casa a dormir un rato porque me dolía mucho la cabeza. En ese momento, él no notó nada raro, salvo que, al ver cómo había dejado “lavados los platos”, notó que lo había hecho muy mal. Ese preciso instante fue el primer gran síntoma de todo lo que se venía.

Luego de la siesta, al parecer salí caminando. Según los vecinos, me vieron en la calle tambaleando con una mochila puesta, eso de las 18:00 de la tarde. Llegué hasta la casa de mi madre y tenía un comportamiento rarísimo: estaba totalmente ido. Por supuesto, todos en mi casa se asustaron. Al principio pensaban que estaba jugando. Me hicieron varias preguntas y no las contestaba bien, casi ninguna.

“¿Qué comiste?”, me preguntó mi madre. “HDMI”, fue mi respuesta.

Luego de esa graciosa pero extraña respuesta, hicieron una videollamada con mi padre. Cuando me enfocaron a la cámara, entablé unas pocas palabras con él. Pasaron unos segundos y levanté mi mano hacia la pantalla y dije: “Mal”.

Mi padre inmediatamente dijo: “¡Le debe estar dando un ACV! ¡Váyanse ya para el hospital!”.

Mi madre y mi padrastro me llevaron al hospital de Pando. En el auto pudieron desbloquear mi celular. Escucharon mis últimos audios y, en ellos, encontraron mi voz haciendo ruidos raros tales como “clac clac clac” entre frases mal formadas.

Llegamos a la sala de emergencias del hospital a las 20:00 aproximadamente, y realmente no nos dieron mucha atención. Un enfermero de triaje ninguneó lo que estaba pasando, debido a que pensaba que estaba bajo el efecto de alguna droga fuerte. Me hicieron pasar a una sala y me sacaron sangre para hacer un examen que determinara si efectivamente estaba bajo el efecto de algún estupefaciente. Luego intentaron hacerme un hisopado, en el cual la pobre enfermera recibió al menos tres mordidas de mi parte. Obviamente, no pudo hacérmelo. Lo que me estaba pasando estaba sacando una versión muy primitiva de mí, lo que me redujo a comportarme de manera instintiva. Intenté varias veces irme del lugar. Ya no reconocía ni a mi mamá. Eso de las 22:00 de la noche ya no decía ni una palabra.

Cerca de las 23:30 un doctor descartó que fuera un ACV o que estuviera drogado. Entonces pidieron una ambulancia para trasladarme hasta la capital, donde habría mejores equipos y una mejor atención.

A las 00:00 partimos hacia el Pasteur. En el trayecto tuve unos pequeños momentos donde tengo leves recuerdos de estar ahí: escuchaba una sirena muy fuerte que me molestaba, el color gris plateado del interior del vehículo reflejado por el azul y rojo del exterior. A mi lado, mi mamá, sollozando pero firme, sostenía mi mano. Le dejé marcas con el apretón que le duraron días en irse. Lo más seguro es que me estaban dando las primeras convulsiones.

Llegamos a las 00:25, y ni bien entré a emergencias sufrí un ataque epiléptico grave. Los enfermeros de puerta rápidamente se coordinaron y se escucharon gritos de que tenían que llevarme a reanimación urgente. Así se abrió el telón de lo que sería mi mayor desafío.

En la madrugada del 24 de febrero fui internado en la unidad de cuidados intensivos. En el documento del registro médico aparece:

“𝚙𝚊𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚋𝚊𝚓𝚘 𝚂𝙰𝙲 𝙶𝙲𝚂 𝟽, 𝚕𝚘𝚌𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚊𝚖𝚋𝚘𝚜 𝙼𝙼.𝚂𝚂 𝚍𝚎 𝚏𝚘𝚛𝚖𝚊 𝚜𝚒𝚖𝚎́𝚝𝚛𝚒𝚌𝚊. 𝙲𝚞𝚝𝚊́𝚗𝚎𝚘 𝚙𝚕𝚊𝚗𝚝𝚊𝚛 𝚎𝚗 𝚏𝚕𝚎𝚡𝚒𝚘́𝚗 𝚋𝚒𝚕𝚊𝚝𝚎𝚛𝚊𝚕. 𝙿𝚞𝚙𝚒𝚕𝚊𝚜 𝚖𝚒𝚘́𝚝𝚒𝚌𝚊𝚜, 𝚜𝚒𝚖𝚎́𝚝𝚛𝚒𝚌𝚊𝚜, 𝚁𝙵𝙼 𝚍𝚒𝚛𝚎𝚌𝚝𝚘 𝚢 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚎𝚗𝚜𝚞𝚊𝚕 𝚙𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚋𝚒𝚕𝚊𝚝𝚎𝚛𝚊𝚕, 𝚜𝚒𝚗 𝚛𝚒𝚐𝚒𝚍𝚎𝚣 𝚍𝚎 𝚗𝚞𝚌𝚊. 𝙿𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚊 𝚖𝚒𝚘𝚌𝚕𝚘𝚗í𝚊 𝚐𝚎𝚗𝚎𝚛𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊𝚍𝚊 𝚎𝚗 𝚟𝚊𝚛𝚒𝚊𝚜 𝚘𝚙𝚘𝚛𝚝𝚞𝚗𝚒𝚍𝚊𝚍𝚎𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚢𝚞𝚐𝚞𝚕𝚊𝚗 𝚌𝚘𝚗 𝙱𝚉𝙳”.

Esto significaba que tenía un gran nivel de conciencia gravemente alterado. Gracias a los análisis, todo esto fue descartado en el informe:

“𝙼𝚎𝚝𝚊𝚋𝚘𝚕𝚒𝚝𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝙼𝚊𝚛𝚒𝚑𝚞𝚊𝚗𝚊 𝚢 𝙲𝚘𝚌𝚊𝚒𝚗𝚊 𝚗𝚎𝚐𝚊𝚝𝚒𝚟𝚘𝚜” “𝚅𝙳𝚁𝙻, 𝚅𝙸𝙷, 𝙷𝙴𝙿 𝙱 𝚢 𝙲 𝚗𝚎𝚐𝚊𝚝𝚒𝚟𝚘𝚜”.

Ya en esa instancia se dio por hecho que tenía una IEA infecciosa por todos los síntomas que presentaba.

De los días 24 al 26 de febrero, fui inducido en coma, para proteger mi cerebro, controlar mis convulsiones y seguramente para un manejo más fácil de mí en el CTI. Por supuesto, estuve entubado. Tengo leves recuerdos de esos días acomodándome el tubo porque me molestaba.

Cuando me desperté de la inducción, persistía el síndrome de confusión, presentaba episodios de cefaleas, vómitos y episodios disautonómicos y crisis tónicas. En la reunión clínica que hubo entre varios doctores, se barajó la idea de que la enfermedad que tenía era encefalitis aguda, que es diferente a la autoinmune, diferenciada por los trastornos neuropsiquiátricos que presentaba.

Me realizaron un encefalograma que ayudó a detectar signos de moderado sufrimiento cerebral difuso. Para ese punto, los doctores le dijeron a mis padres que era un milagro que estuviera vivo, que cada segundo que estuviera ahí era un regalo.

Pasaron varios días donde mi mejoría era prácticamente nula. Mantenía la confusión, mezclaba recuerdos, preguntaba por gente que hace tiempo no estaba en mi vida, repetía las mismas preguntas muchísimas veces, hasta que el 3 de marzo dos neurólogos me hicieron preguntas, quienes constataron en el registro:

“𝚊𝚌𝚌𝚎𝚍𝚎 𝚙𝚊𝚛𝚊́𝚖𝚎𝚝𝚛𝚘𝚜 𝚎𝚜𝚙𝚊𝚌𝚒𝚘 𝚝𝚎𝚖𝚙𝚘𝚛𝚊𝚕𝚎𝚜 𝚢 𝚑𝚎𝚌𝚑𝚘𝚜 𝚙𝚞́𝚋𝚕𝚒𝚌𝚘𝚜, 𝚌𝚘𝚗𝚏𝚞𝚗𝚍𝚎, 𝚗𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎, 𝚎𝚍𝚊𝚍 𝚢 𝚏𝚎𝚌𝚑𝚊 𝚍𝚎 𝚗𝚊𝚌𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘”

A partir de ese momento, día a día se notaba una cierta mejora. De a poco dejaba de actuar como un bebé, hasta actuar como un niño caprichoso. Quería irme como fuese, no me importaba mi estado. Dado mi cuadro neurológico y la ausencia de microorganismos en mi sistema, se determinó que tenía encefalitis autoinmune.

El método que utilizaron para tratarme consistió en administrarme metilprednisolona durante los primeros cinco días, y luego inmunoglobulina durante los cinco días siguientes a través de una bomba de infusión que tenía un gotero, pasaba la horas viendo como caían las gotas.

El hecho de estar conectado a esa máquina me ponía muy ansioso. Era claro de que iba a estar muchos días ahí. Mis padres se intercalaban en las visitas; eran testigos de mi deterioro físico. No era yo, tuve varias parálisis, desde faciales a corporales. De esos tengo recuerdos muy tristes, donde yo gritaba de miedo, el terror que sentí por pensar que me iba a quedar así para siempre. Me tenían que sedar para calmarme.

Con el paso del tiempo, y gracias a los corticoides, clonazepam, omeprazol y prednisona estaba mucho mejor. Podía hablar más fluido, escribir y, lo más importante, leer fluido. Ese fue mi entretenimiento principal esos 21 días, al cual atribuyo mi recuperación rápida, dentro de lo que cabe, para lo grave que había sido.

Leía durante horas y horas. Mi madre me traía dos libros cada vez que me iba a visitar: desde libros de autoayuda a libros de economía, cómics y de fútbol. Uno de esos días, mi padre me llevó un alfajor y Coca Cola, que, por supuesto, no había consumido otros alimentos que fueran del exterior. Fue como tocar el cielo. Mi cerebro había borrado hasta la información de los gustos que me encantaban. Era como haberlos probado por primera vez. Me puse muy feliz.

Con el pasar de los días volví a caminar, muy despacio, con ayuda. A bañarme solo, a comer sentado. Ya tenía la inteligencia y el sarcasmo de un adolescente.

Siempre tengo el recuerdo gracioso del momento en que me rodearon cinco estudiantes de medicina. Tenían mi historial médico en las manos mientras me veían comer pan sentado en el CTI, en vez de estar postrado en la camilla. No entendían cómo podía estar tan lúcido y medianamente “normal” para lo que me había pasado. Y es que sí, mi estado era todo gracias a que empecé a hacer ejercicio con todos los libros que tenía, los utilizaba como pesas: hacía bíceps, sentadillas, caminaba varias veces en la habitación para hacer cardio. Pedía siempre repetición de comida porque sabía que necesitaba muchas calorías. Trataba de tomar sol porque sabía que necesitaba vitaminas en mi piel también. Escuchaba radio con un parlante que me llevaron de regalo para saber lo que pasaba en el exterior.

No me permitían utilizar mi celular nunca, por miedo a lo que podía pasar con toda la información que podría recibir al entrar en mis redes sociales. En las visitas de mis familiares me dejaban ver un poquito de YouTube y hablar con algún amigo cercano por chat o llamada.

Quiero destacar el profesionalismo, el trabajo y el cuidado que recibí de parte desde los neurólogos, auxiliares y enfermeras del hospital Pasteur, fueron excepcionales en todos los aspectos conmigo, voy a estar agradecido con ellos toda la vida.

Algo que me gustaría tratar es del momento que estuve en coma. Hemos visto a lo largo de los años que miles y miles de pacientes tuvieron experiencias espirituales cuando estuvieron inducidos, pero yo no. Yo tuve esa experiencia totalmente despierto y consciente. Sentí a Dios o su energía recorriendo mi cuerpo, como si me estuviera curando más y más. Sentía cómo, con cada hora que transcurría, mi claridad mental iba en aumento. No soy para nada una persona fanática religiosa, es más, me crié en un ambiente bastante agnóstico, pero en 2017 tomé la decisión de bautizarme. Estudié y analicé la Biblia, pero no congrego. Tengo un ojo muy crítico con la religión. Te puedo decir que lo que estoy hablando no viene en base a una obsesión con lo espiritual, ni mucho menos.

Mi padre, en una tarde de visita, según lo que me cuenta, entró a la sala del CTI y me vio sentado, leyendo. Lo recibí en paz, con una sonrisa, con un brillo distinto en mis ojos, y me puse a explicar lo que sentía. Le comenté que ya sabía por qué estaba ahí, pasando por todo eso: porque algún día iba a poder ayudar a alguien que estuviera atravesando lo mismo. En un momento de la charla le dije: “Papá, estuve en un lugar y ahí se me mostró lo importante, que era valorar y que había que agradecer por todo en la vida, por el cielo, por la naturaleza, incluso por poder agarrar una piedra con la mano y agradecer por esa piedra.” Le comenté que había aprendido a perdonar a las personas que me habían hecho muy mal en el pasado. A mi parecer, según esto, al estar tantas horas solo y leyendo, entré en un estado de conciencia más serena y pacífica. Jamás en mi vida había estado así de tranquilo.

Y luego de 3 semanas exactamente, la doctora escribió en el registro médico: “𝚂𝚎 𝚎𝚗𝚌𝚞𝚎𝚗𝚝𝚛𝚊 𝚕𝚞́𝚌𝚒𝚍𝚘, 𝚌𝚘𝚗 𝚕𝚎𝚌𝚝𝚘𝚎𝚜𝚌𝚛𝚒𝚝𝚞𝚛𝚊 𝚗𝚘𝚛𝚖𝚊𝚕, 𝚍𝚎𝚊𝚖𝚋𝚞𝚕𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚎𝚗 𝚕𝚊 𝚄𝙲𝙸, 𝚒𝚗𝚍𝚎𝚙𝚎𝚗𝚍𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚙𝚊𝚛𝚊 𝚎𝚕 𝚊𝚞𝚝𝚘𝚌𝚞𝚒𝚍𝚊𝚍𝚘. 𝙴𝚗 𝚕𝚘𝚜 𝚗𝚎𝚞𝚛𝚘𝚕𝚘́𝚐𝚒𝚌𝚘𝚜, 𝚜𝚘𝚕𝚘 𝚖𝚊𝚗𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎 𝚕𝚎𝚟𝚎 𝚑𝚒𝚙𝚎𝚛𝚝𝚘𝚗ɪ́𝚊 𝚎 𝚑𝚒𝚙𝚎𝚛𝚛𝚎𝚏𝚕𝚎𝚡𝚒𝚊 𝚎𝚗 𝙼𝙼𝙸𝙸. 𝚂𝚒𝚗 𝚜í𝚗𝚍𝚛𝚘𝚖𝚎 𝚌𝚎𝚛𝚎𝚋𝚎𝚕𝚘𝚜𝚘, 𝚜𝚒𝚗 𝚊𝚕𝚝𝚎𝚛𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝙿𝙲, 𝚜𝚒𝚗 𝚊𝚕𝚝𝚎𝚛𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚎𝚗 𝚕𝚊 𝚖𝚊𝚛𝚌𝚑𝚊. 𝙽𝚘 𝚑𝚊 𝚛𝚎𝚒𝚝𝚎𝚛𝚊𝚍𝚘 𝚌𝚛𝚒𝚜𝚒𝚜 𝚍𝚒𝚜𝚊𝚞𝚝𝚘𝚗𝚘́𝚖𝚒𝚌𝚊𝚜, 𝚗𝚒 𝚖𝚘𝚟𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘𝚜 𝚊𝚗𝚘𝚛𝚖𝚊𝚕𝚎𝚜, 𝚌𝚘𝚗 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚋𝚒𝚕𝚒𝚍𝚊𝚍 𝚍𝚎 𝚜𝚒𝚜𝚝𝚎𝚖𝚊𝚜 𝚏𝚒𝚜𝚒𝚘𝚕𝚘́𝚐𝚒𝚌𝚘𝚜 𝚖𝚊𝚢𝚘𝚛𝚎𝚜”

Eso de las 15:00 de la tarde, el 17 de marzo del 2022, dejé una frase escrita en el cartel donde estaba mi nombre y mi número de camilla. Me fui con mi madre y mis libros de un lugar donde no recordaba cómo había entrado. Pasé por los pasillos saludando a los pacientes cercanos a mi sala, dejando un momento lindo de sonrisas y despidiéndome de todas las enfermeras. Mi mamá me miraba caminar orgullosa, con sus ojos llenos de lágrimas. Por fin era libre.

Al salir pude entrar a mis redes y tenía decenas de mensajes de amigos, familiares y de gente que hace años no veía, preguntándome cómo estaba, me enteré de que miles de personas habían orado por mí y de que otras muchas colaboraron económicamente, a todos ellos también voy a estar el resto de mi vida agradecido, tuve la alegría de poder contar mi testimonio en una iglesia con centenares de personas.

Ya pasaron 808 días de ese momento. Te puedo decir que cumplí muchos sueños que me quedaban pendientes: pasé el examen que me quedaba del liceo, entré a la facultad, viajé a Buenos Aires, conocí playas hermosas en Brasil, viajé en moto, viajé en avioneta, paseé en barco, estuve en una isla, conocí las termas, estoy viendo crecer a mis hermanos, disfruto a mis padres, tengo mil anécdotas con mis amigos, encontré el amor.

Soy una persona feliz, que sigue cometiendo errores como todos, pero te aseguro que aprendí a valorar mucho más las cosas, te animo a que hagas lo que te gusta, no esperes a que te pase algo grave como a mí para valorar, disfruta de los tuyos, disfruta de los buenos momentos y de los malos también, que por algo pasan, seguramente te van a ensañar algo, te agradezco por llegar hasta el final del texto, fue el día que volví a nacer.

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Sebastian Vieira

Trabajador y soñador

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Comentarios

Natalia

02/06/2025 19:57

Te amoooooo!!!!!! El momento más difícil de toda mi vida...al día de hoy aún me cuesta apoyar la cabeza en la almohada y que no venga algún recuerdo....doy gracias a dios a la vida...a mi esposo que jamas me soltó la mano y nos acompaño cada día para sostenerme... Y para que sepas también conocí de primera mano a dios ...cuando cada día al ingresar al cti le pedía que me agarre de la mano fuerte en esa escalera gigante y eterna y al salir de allí le murmuraba suave que se quedara de tu mano y que por favor no te la soltará.....te amo con todo mi corazón ..y no me cansaré de agradecer a dios y a los excelentes médicos que te trataron....besos...tu mamá!!!!

Esteban

02/06/2025 20:25

Sos gigante loco

Erika

02/06/2025 21:36

Agradecida con la vida y cualquiera sea la fuerza existente que te haya sacado de ahí. Sos tan fuerte, te admiro mucho. Gracias por luchar. Te amo primooo. ❤️‍🩹✨♾️

Abuela,

02/06/2025 23:29

Tuve mucho miedo, pero tenía fe en que ibas a superarte. No me dejaban verte y ahora entiendo que era porque no iba a poder superar esa imagen. Te amo mi príncipe nunca dude de que te ibas a mejorar. Todo tiene un porque, y sos un SOL DE TERNURA

Anónimo

03/06/2025 01:30

Abuela paterna. Mimoso, desde el primer momento supe que fuera lo que fuera lo que te estaba sucediendo no pasaría de un gran susto y que al final todo saldría bien. Recordar esos días es muy duro, pero lo primero que me viene a la cabeza es haber vuelto a casa después que tu padre me contó lo que hacía minutos le habían comunicado y caer de rodillas junto a mi cama para orar y pedirle a Dios por tu vida y salud hasta que sentí una paz y una tranquilidad que de alguna forma me dió la seguridad de que Dios estaba al comando. A partir de ahí fué pedir por ti a cada rato, de noche de día, a veces flaqueaba y me quebraba, pero sabía que no podía llorar, tenía que orar. Doy las gracias a Dios, a todo el personal médico, a tu voluntad de hierro, a parientes, amigos y conocidos que no dejaron de llamar y preocuparse, a los miles que oraron por ti aquí y en el exterior y a los que de una y otra forma apoyaron a tus padres. Larga vida mi príncipe valiente, te amo ❤️🙌🥰

Flor

04/06/2025 21:41

Que grande seba ❤️

Dahi

05/06/2025 17:37

Solo quienes estamos cerquita sabemos la hermosa personita que sos. Dios nunca dudó que debías estar en este mundo para dar este testimonio de esperanza y fé. Hoy sos un adulto fuerte, cariñoso, divertido , comprometido, buen hijo , buen hermano, novio apasionado,amante del buen comer, atleta en potencia (kkk) y puedo seguir describiendo un montón de cosas más. Tu corazón es un tesoro . Te adoro Sebita

Papa

06/06/2025 16:15

Soy testigo de cada experiencia que relataste, y les tengo que confesar que cada detalle es correcto aunque sea la versión Disney de lo que en realidad sucedió!. En aquella cama te comprometiste a convertirte en la mejor versión de vos mismo y soy testigo que cumpliste en gran manera , hoy sos un aventurero,creciendo en cada experiencia y oportunidad,compañero de todos , siempre contagiando con tu dulzura buena onda disfrutando a pleno , te amo hijo y sos mi gran orgullo!

Santiago

11/06/2025 21:36

Excelente historia de vida y testimonio. Gracias

Tío Marcos

14/06/2025 02:33

No dudes que tú historia va a ayudar a muchas personas a superar sus diferentes problemas, es un relato muy duro y emotivo , que seguro llegará al corazón de todos , cómo me pasó a mí mientras lo leía entre lágrimas. Un abrazo desde la distancia.

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