La sociedad de la meritocracia igualitaria
Publicado el 28/05/2025 a las 16:00 por Carina Ernst

Lo intentás... una, dos, tres... infinitas veces y... ¿es suficiente? Sí, lo es. Pero, ¿y los resultados? Nuestro paternalista Estado se los dio a los carenciados.
Es una lástima que no se consideren los sentimientos de quien lo único que siente es una profunda envidia por tu fuego, tu determinación y tu visión. Aunque, en realidad, más vergüenza deberían sentir ellos por minimizar un esfuerzo auténtico, nacido de un espíritu emprendedor y genuinamente luchador.
No creas, banalmente, que tu afán no te llevó a ningún lado. Te diste aliento en tus peores batallas y en los trechos más empinados. Pero la ideología que se instauró en esta apática generación pactó que, sin importar cuánto te destaques, los resultados se reparten.
La dictadura silenciosa de la mediocridad
Se instauró la silenciosa dictadura de las minorías cómodas. De la mediocridad. De la desdicha personal reflejada en el otro.
Se institucionalizó el modelo de la gente rota que quiere que te rompas con ellos. De los miserables conformistas que se regodean en la carencia ajena. De los sinceros hipócritas, de los desarraigados comprometidos que castigan a quien se esfuerza por su objetivo y desprecian burlonamente a quien triunfa en su conquista.
Se fundó la sociedad de los ignorantes intelectuales, que quitan excusándose en que “ellos no tienen”.
Se constituyó, sólidamente, el aparatoso trámite burocrático que pone palos en la rueda y no permite un mínimo avance. Y sobre él se asienta el sofocante sistema de castigo impositivo a las masas más trabajadoras, aquellas que “más tienen” o, como se prefiere llamarlas, los explotadores capitalistas y burgueses.
¿Envidia o verdad incómoda?
Si indagamos las razones de ver con malos ojos al capital y las grandes fortunas, ¿será envidia? ¿O miedo a que se demuestre una realidad latente?
Se puede dar un ejemplo dañino. Se puede desenmascarar un conflicto de intereses. Un molde puede quebrarse. Y la comodidad de quienes ganan con este torcido sistema puede interrumpirse con el simple entendimiento de que, realmente, una sociedad fuerte y comprometida no necesita un Estado abarcativo e ineficiente.
Necesita un Estado transparente y efectivo, de tamaño reducido, con valores sólidos y con la fuerte presencia de líderes capaces.
Un llamado a la conciencia
Si estas palabras te incomodan, te despiertan o te inspiran, sabré que algo provocaron. Porque no pretendo mover revolucionarios ni radicales.
Simplemente aspiro a que se tome conciencia de que la vida en comunidad requiere menos apatía y más bondad. Requiere responsabilidad sobre las acciones propias, sin desligarse de los compromisos colectivos.
Se necesita que el juego de echar culpas culmine, y que se asuma un compromiso real. Ese que se gesta cuando alguien deja de agachar la cabeza.