Los ojos ocultos del Valle del Lunarejo, Rivera-Uruguay
Publicado el 06/08/2025 a las 20:00 por Santiago Turcatti Oviedo

En el norte del país, donde los pastizales y montes se entrelazan sin pedir permiso, el Valle del Lunarejo guarda una vida que pocas veces se deja ver. Mamíferos esquivos y huellas silenciosas. Todo eso sucede mientras nosotros dormimos o pasamos de largo. Pero, ¿qué pasaría si pudiéramos espiar sin molestar? ¿Qué revelaría la fauna si no nos sintiera?
Eso fue lo que intentamos averiguar desde el Uruguay Small Wild Cat Program – Rock and Pampa, mediante una red de 35 cámaras trampa distribuidas en este rincón de Rivera. Durante más de 1.800 noches, las cámaras hicieron su trabajo en silencio, sin apuro. Y lo que registraron es, simplemente, un recordatorio de que todavía hay mucho por conocer y conservar.
Un mapa invisible que empieza a revelarse
En total, identificamos 17 especies de mamíferos terrestres: 14 nativas y 3 exóticas. Desde el discreto zorro de monte (Cerdocyon thous) hasta el siempre alerta gato montés (Leopardus geoffroyi), cada especie apareció en el lugar y momento que quiso, pero dejó su huella digital en las tarjetas de memoria. El más visto fue el guazuvirá (Subulo gouazoubira), una especie de ciervo pequeño que, al parecer, prefiere las horas del día para moverse.
Otros, como el tatú (Dasypus novemcinctus) o el zorrillo (Conepatus chinga), eligieron la noche. Lo mismo que el zorro de campo (Lycalopex gymnocercus). Como si la biodiversidad jugara a distribuir los turnos para no pisarse.
Una mirada, un hallazgo, un silencio roto
Entre todos los registros, hubo dos que nos hicieron detener la mirada. El primero fue el margay (Leopardus wiedii), un felino ágil y silencioso, habitante de los árboles y las sombras, cuya presencia no había sido documentada antes en esta región. Pero el más emocionante fue, sin dudas, el del gato de pajonal (Leopardus munoai), una de las especies más amenazadas del mundo y prácticamente desaparecida en Uruguay. Hacía más de una década que no se lograba un registro vivo en el país. Hasta ahora.
El equilibrio amenazado
No todo lo que vimos fue alentador. Las cámaras también captaron ciervos axis y jabalíes, especies exóticas invasoras que alteran el equilibrio ecológico y compiten con la fauna local. Estos registros nos recuerdan que la conservación no es solo proteger lo que ya está, sino también contener lo que no debería expandirse.
¿Y ahora qué?
El Valle del Lunarejo es más que un paisaje protegido. Es un refugio, un corredor biológico, un testimonio de que aún quedan lugares donde la vida silvestre respira con algo de libertad. Pero también es un llamado urgente a sostener políticas públicas que lo cuiden, lo vigilen y lo valoren.
Detrás de cada imagen hay una historia que no pudimos ver con nuestros propios ojos, pero que ahora, gracias a la tecnología y al esfuerzo colectivo, podemos empezar a contar.