Logo Política y opinión

Productores perdidos: el abandono del interior rural

Publicado el 23/06/2025 a las 15:00 por Derek Smith Estrada

Imagen del artículo

La industria agropecuaria no solo ha sido históricamente la base económica de Uruguay; sigue siendo, aún hoy, el motor que sostiene buena parte del aparato productivo nacional. Sin embargo, quienes habitan y trabajan en el interior profundo del país lo hacen en condiciones que rozan el abandono. Y lo más grave es que ese abandono no es nuevo: lleva casi 200 años.

Para empezar, los caminos de acceso a los campos -los llamados caminos rurales, de balastro, tierra o pedregullo- no cuentan con ninguna infraestructura básica. No hay cartelería. Es normal perderse. No se indica hacia dónde va cada camino, ni qué pueblo o paraje se encuentra más adelante. Los escasos carteles que existen no se leen de noche. No hay luz, no hay señalización, y mucho menos asistencia. En caso de una emergencia, una persona puede pasar horas esperando que llegue alguien. No hay ambulancias cercanas, no hay policías, no hay transporte público. Hay zonas en las que ni siquiera pasa un ómnibus, ni hay cobertura de celular o internet para ubicar un destino en el mapa.

En esas condiciones, trabajar es un acto de resistencia. Y producir, un milagro. Lo peor es que la falta de infraestructura no solo afecta al productor directo. También espanta a los servicios que debería tener a disposición: veterinarios, mecánicos, sanitaristas, electricistas, vidrieros, carpinteros, e incluso servicios tan básicos como combustible y provisión de comida. Cualquier técnico o proveedor que podría asistir o colaborar evita ir a esas zonas porque es costoso, difícil y, muchas veces, ni siquiera sabe cómo llegar. Sin conexión, sin señalización, sin caminos transitables, nadie quiere arriesgarse.

Pero no se trata solo de falta de inversión. Se trata de un principio básico que el Estado parece ignorar: en finanzas, se sabe que al menos un tercio de lo recaudado debería reinvertirse en el lugar de origen. Es una cuestión de equidad. El problema es que, en la práctica, eso no sucede. La cadena burocrática y la multiplicación de intermediarios hace que el dinero se diluya antes de volver. Y a quienes producen, que son los que sostienen al país, no les vuelve nada.

Esa ausencia sistemática de apoyo estatal genera un sentimiento profundo de frustración. ¿Para qué seguir invirtiendo en una zona donde el Estado no devuelve ni un mínimo? ¿Para qué seguir trabajando a contracorriente si lo único que se recibe a cambio son impuestos, burocracia y abandono?

En Uruguay, muchas de las empresas rurales son familiares, unipersonales o pequeñas asociaciones. No estamos hablando de grandes corporaciones con espalda financiera. Estamos hablando de personas comunes, de familias que se levantan cada día a producir alimentos, materias primas, empleo. Y sin embargo, se sienten olvidadas, maltratadas, desplazadas por un modelo centralista que no devuelve nada a quienes más aportan.

El país no puede seguir dándose el lujo de ignorar a su interior. No puede seguir dejando fuera del mapa -literal y simbólicamente- a los caminos que lo alimentan. Porque no es solo un problema de carteles, de caminos o de internet. Es un problema de prioridades. Y hoy, todo indica que esas prioridades están mal puestas.

Foto de Derek Smith Estrada

Derek Smith Estrada

Estudiante de Administración, Negocios Internacionales, Marketing y Finanzas. Apasionado por la política, la economía y la historia.

Más sobre el autor

Te puede interesar

¿Qué te pareció este artículo?

Compartí este artículo

Comentarios

Anónimo

24/06/2025 00:19

Excelente artículo!

Dejá tu comentario